Lo que aprendí observando a mi hijo entre las plantas 🌿


A veces, lo más sencillo es lo que más atrae a un niño.

Recuerdo que una vez mi marido plantó un pequeño huerto en su trabajo.
Tenía tomates, pimientos italianos, berenjenas, menta...
Un día nos llevó a verlo, porque estaba muy orgulloso de su creación.

Mi hijo tenía unos 9 años, creo. Estaba ansioso por conocer el huerto porque, claro, estaba acostumbrado a ver las hortalizas en los supermercados, pero nunca las había visto todavía pegadas a sus plantas.

Mi marido cogió un cesto y nos pusimos a recoger tomates, berenjenas y todo lo demás.
A mi hijo le encantó.
Tanto, que pedía a su padre volver las semanas siguientes:

"Papi, ¿cuándo vamos a volver al huerto?"

Y así, el huerto se convirtió en uno de sus lugares favoritos.

Mientras recogíamos las hortalizas, le contábamos qué era cada una, de dónde venía y para qué servía en la cocina (o fuera de ella, en el caso de las hierbas aromáticas).

Parece algo muy sencillo, pero la transformación que observé en mi hijo fue enorme.
Se le veía más tranquilo, concentrado, conectado con el momento y con lo que hacía.

También fue en una de esas visitas cuando le conté la historia del tomate, que, si eres mi alumna del curso gratuito “Entiende al Niño de 6 a 12 años”, seguro recordarás.

El huerto tiene su magia.
Es una oportunidad para que los niños (y también los adultos) se conecten con la naturaleza:
tocar la tierra,
sentir los olores,
ver bichitos,
y entrar en un modo más pausado…
algo que, en estos tiempos que vivimos, nos viene tan bien.

Durante esas visitas escuché preguntas maravillosas de parte de mi chico, que ya estaba entrando en la segunda mitad del Segundo Plano de Desarrollo, cuando el niño se vuelve aún más intelectual:

"¿Por qué hay tomates que nacen pegados?"
"¿Por qué hay berenjenas tan grandes y otras tan pequeñas?"

Esos momentos son oro puro para practicar la observación.
Recuerda apuntar esas preguntas; muchas veces creemos que las recordaremos, y se pierden con el tiempo...

Porque es justo cuando el niño formula esas preguntas cuando más podemos conocerlo:
cómo razona, cómo funciona su sentido moral, cómo expresa su empatía.

Entonces te das cuenta de que el niño del Segundo Plano es un ser increíble, lleno de curiosidad y profundidad, que trae una riqueza inmensa a nuestras vidas.

Si tienes un niño o una niña entre 6 y 12 años en tu vida, aprovéchalo.
Esa etapa pasa rápido, créeme…
Y en la adolescencia, todas esas preguntas maravillosas desaparecen.

Por eso, apaga el móvil.
Siéntate en un rincón.
Coloca toda tu atención en este niño o en esta niña, que solo existirá así durante seis años.

Y entonces, recordarás de mí… y me darás las gracias.

Te deseo una feliz semana, para ti, tus seres queridos y, especialmente, tus niños.

Con cariño,
Alessandra

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